José era un joven hebreo que vivió cerca de dos mil años antes de Cristo. Él nació en una familia buena, y rápidamente demostró inteligencia y visión. Impulsados por celos irracionales, sus hermanos lo vendieron como esclavo a los habitantes de otro país. En su nuevo destino, tuvo que sufrir en silencio y adaptarse a condiciones totalmente opuestas a las que estaba acostumbrado. José pasó por experiencias traumáticas de estrés intenso. Sin embargo, salió con honores de esta prueba severa y llegó a conquistar las metas más elevadas.

¿De qué manera José fue capaz de preservar la salud mental durante tanta adversidad? El ejercicio de la verdadera fe en Dios durante décadas de ensayos. Suplicando al Creador el poder sobrehumano que necesitaba para salir de tal opresión. Orando diariamente y manteniéndose en contacto con Dios en tiempos de angustia. Por encima de todo, mantuvo viva la esperanza de que algún día el dolor pasaría y que su Dios, al que tanto amaba, le reservaba un final feliz a su vida. José decidido actuar como una figura de transición; tenía todo para no perdonar a sus hermanos, para cobrarles intereses emocionales sin precio, pero decidió retribuir a todos de forma completamente diferente de lo recibido. El informe completo se registra en el libro de Génesis, los capítulos 37 y 39 al 50.

Los acontecimientos de fuerte intensidad emocional, especialmente si se los experimenta en un momento difícil de la vida o en una edad temprana, pueden incluso causar depresión en la persona. Sería los casos de insultos, una niñez ridiculizada, asustarse en la oscuridad, tener miedo a las serpientes o arañas, sentirse calumniado, ser obligado a una satisfacción sexual o perder a su padre o madre siendo todavía muy joven (como ocurrió con Laura). Del mismo modo que un gran accidente físico deja marcas permanentes, los traumas psíquicos también pueden dejar secuelas durante muchos años.

Las consecuencias más significativas se manifiestan en los días y las semanas después de la experiencia. Por ejemplo: sueños, recuerdos fugaces, negación de los hechos, ansiedad o falta de atención y concentración. En algunos casos, especialmente en los niños, las consecuencias pueden permanecer durante años, convirtiéndose en una barrera fuerte para una vida sana mentalmente.

Los traumas y las tensiones son incluso capaces de desencadenar la manifestación de ciertos genes y enfermedades. “Estudios en animales revelaron que los factores sociales, conductuales y ambientales pueden, de hecho, determinar que se manifiesten los genes; es decir, que estén conectados o desconectados. Por ejemplo, se demostró que el estrés provoca los síntomas de la diabetes, como la hiperglucemia, en animales genéticamente susceptibles a la diabetes. Es menos probable que los animales no sometidos a estrés desarrollen hiperglucemia o diabetes, a pesar de ser genéticamente propensos a esos trastornos”, escribió Norman Anderson en su libro Emotional Longevity… (p. 5).1

 

EFECTOS DE LOS TRAUMAS DEL PASADO

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Los traumas del pasado pueden producir:

Complejo de inferioridad – El propio yo recibe gran parte del impacto traumático, y la persona pierde la seguridad en sí misma, lo que se revela en un complejo de inferioridad y en inseguridad.

Dificultad para realizar actividades normales – La persona afectada se siente incapaz de alcanzar metas simples. Por ejemplo: las niñas o las jovencitas víctimas de abuso sexual a menudo tienen problemas para relacionarse socialmente con los niños o con varones. O un niño a quien los hermanos mayores asustaron con una araña es probable que tenga fobia a los animales.

Tendencias paranoicas – Una persona traumatizada muestra desconfianza del medio ambiente, y puede interpretar actitudes neutras de los demás como una emboscada en su contra y considerarse víctima de una agresión o persecución indebida.

Depresión – El acontecimiento traumático a menudo se percibe como una pérdida (pérdida del honor, pérdida de un ser querido), y cada pérdida trae consigo el riesgo de síntomas depresivos.

Anorexia y bulimia – También hay una clara correlación entre ser una víctima de abuso sexual y los trastornos de la alimentación, especialmente la anorexia y la bulimia.

 

CÓMO SUPERAR LOS TRAUMAS


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Hay traumas que, por su gravedad, requieren tratamiento psiquiátrico. Otros, aunque sin consecuencias tan drásticas, tienden a complicar el desarrollo de la vida de una persona dentro de la normalidad. Para ello, ofrecemos los siguientes consejos:

Asuma el pasado y centralícese en el futuro – El pasado no puede cambiarse. Es inútil culpar a los hechos o las personas que influyeron negativamente. Si se estaciona en el pasado, no podrá mirar el futuro con confianza. Además, es bueno recordar que nuestra mente no tiene un recurso perfecto de registro de datos. Nuestros recuerdos son reconstrucciones de eventos pasados, y esos recuerdos se ven afectados por nuestros sentimientos y por la comprensión que tenemos de ellos en el tiempo presente.

Hable sobre el evento traumático – En un ambiente seguro y tranquilo, hablar (o escribir) sobre el evento que causó el trauma es un paso importante. Busque a una persona de confianza y dígale lo que le pasó. El efecto de la terapia de grupo con personas que han pasado por el trauma y compartir sus experiencias también ofrece resultados efectivos. En tanto no elabore los pensamientos que le hacen daño, se repetirán. Y lo que no puede decirse no será olvidado.

Mire el lado positivo – Los desastres y las calamidades tienden a unir a los sobrevivientes, las familias y las comunidades. Los que enfrentan tragedias suelen ser agradecidos por la solidaridad humana. Por otro lado, las situaciones traumáticas, cuando se abordan adecuadamente, tienden a fortalecer el carácter de los que pasan por ellas.

Intente perdonar – Si bien es un proceso que puede llevar mucho tiempo, puede evitar el odio y el resentimiento hacia los responsables del trauma. Este es un paso importante para la solución de lo que sucedió en el pasado. Y no solo es aplicable a los demás, sino también a nosotros mismos: autoperdón y autorreconciliación. Trabajar el odio no debe impedir que la víctima quiera un fin justo a su experiencia traumática.

El dolor y el resentimiento nos convierte en rehenes del pasado y a seguir recordando algo que pasó hace mucho tiempo. Por lo tanto, el peor perjudicado por el daño es uno mismo.

Sin embargo, el perdón no siempre es espontáneo, porque nuestra capacidad de amar (perdonar es amar) es limitada. Busque la Fuente del perdón –el Dios de amor–, quien, según el Evangelio, quiere que seamos sus amigos y nos puede ayudar a superar el pasado que nos persigue. Recuerde la oración del Señor diciendo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (S. Mateo 6:12).

 

ESCRIBIR LAS EXPERIENCIAS

persona escribiendo
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Melanie Greenberg y Arthur Stone realizaron un interesante estudio en la Universidad del Estado de Nueva York, en Stony Brook. Tomaron parte sesenta alumnos universitarios, con experiencias pasadas, siguiendo estos pasos:

1. Agruparon a los participantes en subgrupos: los que habían sufrido un trauma fuerte, los que habían sufrido un trauma leve y aquellos que no habían sufrido trauma alguno.

2. A algunos se les pidió que revelasen por escrito su experiencia, y a otros no se le dio esa oportunidad, para que sirvieran como punto de referencia al grupo de control.

3. Durante los siguientes meses, se observaron tendencias de salud y enfermedad en todos los participantes.

Los resultados mostraron que los que habían experimentado un trauma fuerte y revelado el hecho por escrito experimentaron mejoras en la salud física muy por encima de aquellos que no habían escrito nada sobre su experiencia traumática.2

Tales estudios demuestran que revelar la experiencia traumática no solo es bueno para el alma, sino también para el cuerpo. Uno de los que defienden esto es Elie Wiesel, el escritor y sobreviviente de los campos de concentración nazis. Él escribió y reescribió sus experiencias personales traumáticas y, así, pudo resignificar y replantear esos traumas. Para él, incluso si no podemos expresar nuestros sentimientos y recuerdos correctamente, aun así debemos intentarlo.

Por otra parte, en la lucha por superar el trauma, es necesario evitar la victimización. Buscar consuelo en la religión, crear nuevas metas para la vida (saber utilizar su experiencia para hacer algo bueno por los demás) y no alimentar el deseo de venganza u odio son pasos importantes para superar el trauma.

Un óptimo consejo bíblico en este contexto es el siguiente: “Una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta!” (Filipenses 3:13, 14).

 

RESILIENCIA

La palabra “resiliencia” proviene de la física y describe la capacidad de algunos materiales para volver al estado original o mejorar la calidad después de haber sido sometidos a situaciones extremas. En términos humanos, la resiliencia es la capacidad de una persona para mantener o recuperar la esencia emocional, o incluso llegar a ser mejor después de pasar por una situación traumática.

Por supuesto, hay diferentes niveles de resistencia entre las personas. Lo que traumatiza a alguien no necesariamente puede afectar de la misma manera a otros. Esto depende de factores tales como el temperamento, la capacidad para resolver problemas, la inteligencia, la autoestima, las habilidades sociales, el autocontrol, la familia y las relaciones sociales, etc.

Nunca está de más enfatizar la importancia de las buenas relaciones. Un estudio de 724 personas mayores de 70 años llegó a la conclusión de que no son la riqueza ni la fama lo que garantiza la felicidad, la longevidad y la capacidad de recuperación, sino las buenas relaciones con la familia y los amigos. Robert J. Waldinger, psiquiatra y profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, es el que coordina el estudio actualmente.

Él cita tres grandes lecciones acerca de las relaciones extraídas de la investigación estadounidense: (1) las relaciones sociales son buenas para los seres humanos (sí, la soledad mata); (2) la calidad de las relaciones es más importante que la cantidad; y (3) las relaciones felices y duraderas protegen la salud física y mental.3

“Una experiencia de soledad se torna tóxica. Las personas más aisladas descubren que son menos felices, que su salud empeora más rápido en la mediana edad, que su función cerebral disminuye prematuramente y que tienen vidas más cortas que las personas que no se sienten solas”, declaró Waldinger en una conferencia disponible en YouTube.4 Pero hay otro factor más importante que las buenas relaciones sociales.

Ahora los investigadores reconocen que un factor importante para el desarrollo y el fortalecimiento de la resiliencia es la religión. Además de brindar una red de apoyo social, la religión proporciona una visión positiva del futuro. Pero no puede ser cualquier religión, sugiere el psiquiatra Harold Koenig, de la Universidad Duke, en Carolina del Norte (EE.UU.), quien estudia la relación entre religión y salud. Dice que no sirve de nada simplemente decir que se es “espiritual” sin tener una experiencia práctica religiosa. Usted tiene que estar comprometido con la religión a fin de disfrutar de sus beneficios. Tenemos que ir a los cultos y expresar la fe en el hogar y en otros lugares a través de la oración y el estudio de la Biblia. Él afirma que la creencia religiosa debe influir en la vida para que también influya en la salud.

En un reportaje a la revista Vida e Saúde, el Dr. Koenig explicó que la participación religiosa reduce el estrés psicológico, lo cual reduce la inflamación y la tasa de acortamiento de los telómeros en las células.5 Según él, “los telómeros son un reloj biológico de la célula. Se acortan en cada división celular, y cuando se inutiliza, la célula muere y ocurre la degeneración del órgano”. Según la investigación, esto explica por qué las personas más religiosas viven un promedio de 7 a 14 años más. Recuerde: la religión hará bien si es positiva, centrada en una buena relación con Dios y con los demás. Y la Biblia describe exactamente cómo es la verdadera religión: “Delante de Dios, la religión pura y sin mancha consiste en ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y en mantenerse limpio de la maldad de este mundo” (Santiago 1:27).

En este mundo, es imposible eliminar (al menos por ahora) todas las situaciones traumáticas. Por más resiliente que sea la persona, el sufrimiento alguna vez llamará a su puerta y le traerá dolor. ¿Por qué las cosas tienen que ser así?

 

EL MUNDO ES UN CAMPO DE BATALLA

campo de batalla
Foto: pixabay.com | por Michal Jarmoluk

La Biblia deja en claro que este mundo es el campo de una batalla que comenzó muy lejos de aquí, en el cielo. En Ezequiel 28:11 al 19 e Isaías 14:12 al 19 se describe el punto de inflamación de este conflicto: el orgullo y la vanidad. Lucifer era un ángel perfecto creado por Dios. En realidad, era una especie de jefe de los ángeles, amado y respetado por todos. Sucede que, en algún momento y misteriosamente, la envidia empezó a brotar en su corazón angelical y deseó la posición que pertenecía solo al Creador. Lo tenía todo pero quiso ir más allá, hasta que decidió no prestar reverencia al Eterno, y comenzó a cuestionar el gobierno divino y la ley sobre la cual descansaba ese gobierno.

Conociendo el carácter de Dios revelado en las Sagradas Escrituras, podemos imaginar que él intentó todo para hacer que este ángel se arrepintiera y abandonase la rebelión, pero Lucifer decidió seguir adelante con sus planes, llegando finalmente a cruzar la línea de no retorno, el punto a partir del cual el pecador ya no se preocupa por el pecado ni siente el deseo de arrepentirse. El corazón se endureció a las súplicas del Espíritu Santo.

Apocalipsis 5:11 dice que existen millones de millones de ángeles. Muchos de ellos terminaron dudando, y otro tanto decidió unirse a los rebeldes. ¿Realmente, como acusaba Lucifer, Dios sería un tirano? ¿No sería una prueba de arbitrariedad divina el que hubiera leyes que debían ser obedecidas por sus criaturas? Para el ángel acusador era como si la ley de la gravedad y los Diez Mandamientos no fueran una protección sino una obligación injusta.

Algunos se preguntan: Si el Dios omnisciente sabía acerca de los sentimientos de Lucifer desde el principio, ¿por qué no lo destruyó antes de que propagara la controversia? Piense en esto: para los ángeles del cielo, todo era nuevo. Nunca habían experimentado los sentimientos que cruzaban por su mente. Había dudas en el cielo.

Entonces, si Dios destruía a los rebeldes desde el principio, ¿qué tipo de sensaciones se habrían despertado en otras criaturas? “Quiero decir que esto es así: el que desobedece, muere”. ¿Lo nota? El Creador tuvo que permitir que las consecuencias de la rebelión fueran conocidas por todos, para hacer su elección y decidir bajo qué gobierno les gustaría vivir. También tenía que proporcionarle una oportunidad justa al rebelde para que pudiera volver al camino recto por su cuenta, aunque este finalmente decidió no hacerlo.

Otros van más allá y preguntan: Dios ¿no podría haber creado un universo en el que no existiera el mal? Vamos a tratar de responder con otra pregunta: ¿Puede Dios crear una rueda cuadrada? Esto no tiene sentido, ya que el Creador no viola sus leyes y no funciona con imposibilidades de lógica. Por lo tanto, para crear un universo con seres dotados de libre elección, Dios tuvo que asumir riesgos, ya que no puede existir un universo con libertad sin una opción para el mal. Dios no creó seres autómatas, como robots, programados para obedecer. Dios es amor (1 S. Juan 4:8) y quiere ser amado. Por eso vale la pena recordar que el amor se manifiesta únicamente cuando hay libertad. Nadie puede ser obligado a amar.

Dios ¿podría haber creado un universo sin el potencial para el mal? Sí, pero no en este universo. Por lo tanto, contrariamente a lo que algunos afirman, el mal no prueba que el Creador no existe. Solo demuestra lo contrario: que existe, y que nos ha dotado de libertad de elección. De hecho, si Dios no existiera, la definición misma de mal dejaría de tener sentido. Después de todo, lo malo es lo opuesto de lo bueno. Sin una moral absoluta para servir como parámetro, ¿cómo determinar qué es lo correcto? Sabemos que una línea está torcida solo porque podemos compararla con una línea recta.

Por desgracia, un tercio de los ángeles del cielo se alió con Lucifer (más tarde llamado Satanás, o enemigo) y finalmente fueron expulsados del cielo (Apocalipsis 12:3, 4, 7, 9), y vinieron a parar en nuestro planeta. Aquí Satanás utilizó el engaño para involucrar en su rebelión a la primera pareja humana (Génesis 3:1-6). Con mucha astucia e inteligencia satánicas, el enemigo logró inocular en Eva el virus de su propia rebelión. Sugirió que si ella desobedecía a Dios sería una criatura superior, igualando al Creador mismo. ¡Lucifer quería eso! Y fue capaz de convencer a la mujer de quererlo también.

La mentira original puede resumirse en dos afirmaciones: (1) tú no vas a morir, y (2) serás como Dios. Desde entonces, el enemigo ha estado diseminando la misma mentira bajo diversas formas, todo ello con el objetivo de eliminar al Creador de la humanidad. Cuando se considera inmortal y autosuficiente, la gente ya no reconoce su dependencia de la Fuente de vida. Con esto, los rebeldes hieren el corazón del Padre.

Debido a esto, podemos decir que este planeta es un campo de batalla. Continuamente los ángeles buenos y los malos compiten por influir sobre nosotros. Debemos recordar siempre que “la batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!” (Efesios 6:12).

En una guerra siempre hay situaciones traumáticas. Si lo duda, pregunte a un veterano de guerra. A pesar de todo, nuestro General está comprometido personalmente con nuestra salvación, incluso si tuviéramos que llevar una que otra herida de guerra. Además, el General ya ha anunciado el fin de todas las batallas: será a su Venida.

Sin embargo, ¿cómo puede asegurarse que el General realmente está interesado en nosotros y no nos ha abandonado en un campo minado, sin esperanza? Es simple. Cuando Satanás logró involucrar a Adán y Eva en la rebelión, creyó dar jaque mate al Creador. Después de todo, la pareja sabía que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Cómo habían pecado por elección propia, los dos merecían morir para siempre.

Si Dios no los destruía, el enemigo podía decir algo así a todos los seres creados: “¿Ven? ¿No les dije que él es tirano y malo?” Porque, conociendo la misericordia divina, el ángel caído esperaba que Dios pasara por alto la actitud de desobediencia de la pareja delincuente. En tal caso, Satanás acusaría al Creador de ser inconsistente e infiel a su propia palabra. Si podía ignorar la culpabilidad de los dos seres humanos, ¿por qué no la suya propia?

Solo que rebelde no contaba con algo sorprendente, que lo hizo enmudecer. Sí, la paga del pecado es muerte, y alguien, de hecho, debía experimentar la muerte eterna por causa de ella, pero no serían Adán y Eva. Dios, en la persona de Jesús, moriría en lugar del pecador, asumiría su culpa y revelaría de manera grandiosa hasta qué punto el General estaba y está dispuesto a ir por amor a sus hijos.

Por eso tiene autoridad moral para decir: “¡Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso!” (Mateo 11:28, La Palabra).

Ni Pablo, ni Laura, ni Carlos, ni usted ni nadie pueden cambiar el pasado. Las cicatrices de guerra están en su cuerpo, en su mente, en su corazón. Sin embargo, puede hacerse una cosa: cambiar de actitud en relación con lo que ocurrió en las batallas de la vida. Cambiar la manera de ver esos traumas.

La persona que confía en el Dios de la Biblia sabe que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Romanos 8:28). Por lo tanto, entienda y acepte que no es Dios quien originó el mal, sino que utiliza todo lo que es posible para que esas experiencias del campo de batalla contribuyan a su crecimiento y su salvación eterna.

Confíe en el Padre. Confíe en el General. Él ya demostró que es digno de esa confianza.

 

1Norman B. Anderson, Emotional Longevity: What Really Determine How Long You Live [Longevidad emocional: Lo que realmente determina cuánto vivirá usted]. Canadá: Viking Adult, 2003. Traumas psíquicos 55

2 Julián Melgosa, Saúde e Lar, “Cicatrizes”: http://www.saudelar.com/edicoes/2015/ janeiro/principal.asp?send=10_psicologia.htm. Consultado el 9/2/2017.

3 Márcio Tonetti, Revista Adventista, “Segredo da felicidade e da longevidade” [El secreto de la felicidad y la longevidad]: http://www.revistaadventista.com.br/ blog/2016/02/17/segredo-da-felicidade-e-da-longevidade/. Consultado el 9/2/2017.

4 “What Makes a Good Life? Lessons from the Longest Study on Happiness” [¿Qué logra una buena vida? Lecciones a partir del estudio más prolongado sobre la felicidad]: https://www.youtube.com/watch?v=8KkKuTCFvzI>. Consultado el 9/2/2016.

5 Michelson Borges, “Saúde emocional e espiritual” [Salud emocional y espiritual], Vida e Saúde (junio de 2016), pp. 8-13.