Permítame un artículo introductorio de lo que será una serie, y es mi deseo que se conviertan en herramientas de enriquecimiento para su relación de noviazgo o matrimonio.
Pensar en que el amor es un sentimiento es quedarnos en el ámbito netamente romántico. No es la realidad. En más de una ocasión, cuando hay diferencias de opinión en una pareja, y como consecuencia hay una discusión, en ese momento, quizás no se sienta el amor, aunque, no significa que no se ama.
Lo que sucede es que el amor no es un sentimiento constante, pero sí es un principio constante y transversal a lo largo de la vida. Se ven parejas que permanecen juntas a lo largo de los años (aunque no basta con verlos juntos, sino la funcionalidad de la relación), y nos inspiran para poder emularlos.
Pero, ¿cuáles son los ingredientes de una relación saludable, funcional y duradera? ¿Cuáles son las características de una pareja exitosa? ¿en que consiste el éxito en la pareja? ¿cuáles son los determinantes del éxito?
Estamos hablando de la piedra filosofal de la vida afectiva. Solo que frente a este extraordinario hallazgo aparecen habilidades y destrezas que cada miembro de la pareja debe desarrollar, tales como, madurez emocional, responsabilidad, criterio, dominio propio, tolerancia (pero para esto hay esperanza, más adelante lo señalaré).
Primero iniciemos con el éxito; el éxito es el resultado feliz de un emprendimiento, de cualquier tipo, y en este caso, un emprendimiento afectivo. De allí podríamos escribir sobre noviazgo de éxito, matrimonio de éxito, paternidad de éxito, etc.
Para que una pareja sea saludable y funcional propongo ocho áreas de crecimiento:
Diálogo saludable. Las habilidades de comunicación varían por sexo, nivel de instrucción, personalidad, nivel de exposición a vivencias significativas en lo comunicacional.
Compromiso espiritual. No basta que los dos sean de la misma cosmovisión, deben tener similares “niveles de compromiso” con sus creencias.
Sexualidad saludable. No basta que se viva una relación matrimonial coital, esta debe respetar las diferencias de percepción del placer sexual que están determinadas por las creencias, el sexo; así como las diferencias sobre percepción del placer.
Roles domésticos asumidos. La verdad sobre la vida doméstica va más allá de lo que los estereotipos de la comunicación nos han enseñado. Todos colaboran con el quehacer de la casa; pero también, deben saber cuándo detenerse para disfrutar de la casa (disfrutar de la casa, no ser esclavizados por la casa).
Paternidad responsable con sistema propio. Cada hijo es único e irrepetible. Cada hijo es portador de varias características de los mismos padres. Cada hijo es un proyecto de vida y los padres deben estudiarlos para dirigirlos como buenos ciudadanos.
Relación exitosa con la familia de origen de cada uno. Al casarse, uno también se casa con los suegros, cuñados, tíos políticos, amigos, y demás. Es decir, “tu pueblo será mi pueblo”, y hay que llevarse bien con todos en la medida de lo posible.
Eficiente abordaje de las crisis. La vida gira en torno a crisis; están las llamadas evolutivas (nacimiento, adolescencia, juventud, adultez, senectud) con sus propios y únicos cambios; están las que llegan y se van (un robo, por ejemplo); las que llegan, se quedan un tiempo y se van (una enfermedad); y las que llegan para no irse (una enfermedad terminal; un cambio de estatus financiero; o un divorcio, por ejemplo).
Conducta financiera responsable. El dinero bien manejado, priorizando los gastos de corto, mediano y largo plazo; sin descuidar las tradiciones familiares que pudiesen requerir algún desembolso, garantiza la armonía familiar en este campo.
Cuando una pareja declara: “Ya no la(o) amo”, entonces debemos ayudar a la pareja a definir qué es el amor (o un sentimiento o un principio), y luego, ayudarlos a decidir por un plan de mejora de la relación que inicie por estos 8 principios de estabilidad conyugal, los mismos que desarrollarán una base para mayores progresos.
Si ya hemos pasado por estas ocho estaciones y el conflicto continúa, es necesario que revisemos las expectativas que cada uno tuvo al principio de su matrimonio. Quizás las expectativas sobre el matrimonio de uno o del otro se confrontaron con la dura realidad del carácter, hábitos, o demás características de la pareja; o peor aún, que luego de ver sus expectativas no realizadas, se fije solo en las diferencias, obsesionándose con los puntos de discordia, lo que agudiza el malestar.
De ser así, es necesario que ambos busquen la ayuda de un terapeuta a fin de obtener el enfoque adecuado para superar el momento difícil. Esto será un éxito en la medida que ambos estén dispuestos a restablecer la llama del amor.
Antes les escribía que para todo esto hay esperanza; cuando Cristo ocupa el centro de la vida, entonces, la mente y los hábitos buscan estabilizarse, busca ayuda real y hace cambios concretos, no solo para agradar al cónyuge, sino para agradar a Dios. La esperanza, al final de todo, es la dulce presencia de Cristo en el corazón de cada miembro de la pareja, y del hogar.
Solo Cristo puede poner orden en la vida familiar. Pero recuerde que ambos miembros de la pareja han de poner de su parte para poder pasar la página y proyectarse hacia el futuro. “Cuando la religión es algo práctico en el hogar, se logra mucho bien. La religión inducirá a los padres a hacer la obra que Dios quiso que se hiciera en la familia. Los hijos se criarán en el temor y admonición del Señor”.¹
En este artículo introductorio le he entregado un breve panorama que podría aplicar a su relación matrimonial. Haga los cambios preventivos y verá los enormes resultados de armonía. Lo invito a leer los artículos que proveeremos de su servidor.
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Mg. Yván Balabarca es docente de la Facultad de Teología de la Universidad Peruana Unión (UPeU), conductor del programa «Noviazgo sin límites» en la Radio Nuevo Tiempo, investigador en vida familiar y autor del site familiayfeonline.com
Referencias
White, Elena. El Hogar cristiano. P. 287.