La familia y el sábado fueron las primeras instituciones establecidas por Dios durante el proceso de la Creación de nuestro mundo (Génesis 1-3). El Señor sabía que la mejor forma de mantener feliz al hombre dentro su plan de amor, aprendizaje y crecimiento pasaba por la experiencia del hombre de participar de la increíble bendición del proceso de compartir la vida. Dios colocó en el plan de vida del ser humano la constitución de la familia y el milagro de la procreación de hijos.
Sin embargo, en el libro de Apocalipsis leemos lo que Satanás hizo con su plan maquiavélico para traer infelicidad a la raza humana. Él se rebeló contra Dios y después de una batalla fue expulsado del cielo y lanzado a la tierra, junto con una tercera parte de los ángeles (Apocalipsis 12:7-9). Y en venganza de Dios, Satanás llevó a cabo su plan de manchar el carácter de Dios haciendo que, si fuera posible, todos los seres creados dudasen de su amor y su justicia. De esta forma quería que también eligiesen rebelarse contra Dios.
Los planes de Satanás alcanzaron el éxito, como nos revela la Biblia, cuando nuestros primeros padres fueron engañados por él y cedieron a la tentación delante del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Satanás parecía haber triunfado, pero el Señor Dios fue al encuentro de Adán y Eva y en aquel momento dio a conocer su plan divino de rescate del pecador penitente. Entonces pronunció la primera promesa bíblica que señala la venida del Mesías, el Redentor, aquel que pagaría el precio para que el hombre volviera al plan original de Dios. La promesa está explicitada en Génesis 3:15. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
EN ESTA GUERRA CÓSMICA, ¿QUÉ PODEMOS HACER PARA QUE NUESTRA FAMILIA SALGA VICTORIOSA?
Ante estos hechos, nuestro mundo y sus habitantes estaban ahora envueltos en el drama del gran conflicto que aflige a todos y por toda la vida. A partir de este momento, cada instante de la vida humana tiene como escenario, como telón de fondo, la lucha del bien contra el mal por la posesión de las decisiones y el amor del hombre. ¿Quién se sentará en el “trono” de nuestra existencia?
Al tener conciencia de ese escenario, que involucra a cada uno de nosotros, entendemos por qué todas las familias enfrentan luchas, problemas y dificultades de todo orden. Es el desarrollo del drama del gran conflicto que alcanza a todos con el objetivo claro de hacernos desanimar en la fe y desconfiar del amor y del cuidado de Dios por medio de sus hijos.
Una familia bien ordenada tiene poder para formar caracteres y una generación de hombres y mujeres capaces de amar y vivir la misión de la predicación del evangelio. Una familia bien ordenada amplía las fronteras de la salvación para el mundo. Por eso, la familia se ha convertido en el blanco de la ira del enemigo para destruir el Plan de Dios (Elena de White, El hogar cristiano, capítulo 1).
TRAMPAS EN EL CAMINO
En este contexto de pecado, el enemigo de las almas colocará todas las trampas y obstáculos que sean posibles para hacernos tropezar. Su objetivo es hacernos caer, desanimar y, consecuentemente, perder la fe en el amor y en el cuidado del Señor. Entretanto, en esta guerra por la posesión de cada ser vivo nuestro querido Salvador Jesucristo pondrá a nuestra disposición todas las herramientas y las huestes celestiales a fin de ampararnos, animarnos y levantar nuestra fe. En su amor, misericordia, perdón y plan de restauración nos reconducirá a la felicidad eterna.
En esta guerra cósmica, ¿qué podemos hacer para que nuestra familia salga victoriosa? ¿Cómo hacer que cada familia de creyentes, por medio del amor y de la misericordia del Señor, finalmente en aquel día glorioso, reciba la corona de la victoria? A continuación presentamos algunas orientaciones que nos ayudarán para enfrentar esta guerra.
– Entender que todas las personas y familias pasan o pasarán por problemas y tribulaciones. Esto no es “privilegio” de algunos sino de todos. Job era un hombre bueno, fiel, íntegro, recto y temeroso de Dios, pero enfrentó pruebas durísimas (Job 1-2).
– Aprender, a pesar de las circunstancias difíciles que estemos enfrentando, a estar contentos y confiados en Dios. Pablo nos enseña esta arma poderosa en la lucha contra el mal, cuando enfrentó las penurias más terribles para que se desanimase de su ministerio y de su Salvador (Filipenses 4:11-13).
– Desarrollar actitudes de gratitud. La gratitud nos estimula a avanzar en medio de las tribulaciones, disipa las nieblas de la tristeza y del desánimo en medio de las peleas de la vida (1 Tesalonicenses 5:18).
– Estudiar la Biblia diariamente para fortalecernos y prepararnos para las acechanzas, ataques y engaños del enemigo. La lectura de la Biblia nos señala los tiempos, los caminos, las armas del adversario, sus estratagemas y cómo podemos defendernos y conocer la voluntad del Señor en cuanto a la forma de vivir (Mateo 22:29 y Juan 5:39).
– Vivir en consonancia con la voluntad de Dios. Estudiar la Palabra y conocerla son armas poderosas en esta guerra del gran conflicto, pero no serán del todo eficaces si no hay coherencia entre la lectura, las enseñanzas y la vida cotidiana (Mateo 7:24-27).
– Orar de forma sincera y honesta. La oración cotidiana puede, en algún momento, ser un arma ineficaz, porque muchas veces se vuelve solo un buen hábito. Un buen hábito puede ser excelente para la vida, pero no logra la victoria en el gran conflicto contra el archienemigo (Mateo 6:5-13).
– Descubrir cuál es la verdadera voluntad, las directrices y los mandamientos del General del bien. Y a pesar de las imposibilidades aparentes, avanzaremos bajo su orden. Moisés avanzó sobre el Mar Rojo, Abraham ofreció a su hijo Isaac, Daniel enfrentó la cueva de los leones y tres jóvenes hebreos sobrevivieron al horno ardiente y Jesús mismo prevaleció en el Getsemaní, el Calvario y la tumba (Éxodo 20:1-17 y Juan 14:23).
– Permitir que el Señor Jesús sea nuestro sumo Pastor para todos los momentos y nos entregaremos a su cuidado y amor. Confiaremos que todo está bajo su control, para que así podamos resistir los ataques de Satanás (Salmo 23 y Santiago 4:7).
– Suplicar por el bautismo diario del Espíritu Santo. Él es quien nos conducirá en medio del mundo de pecado, engaños y mentiras. El Espíritu Santo es quien nos mostrará cuál es la verdad de Dios, cuáles son sus designios. Él es quien nos indicará las armas correctas de defensa y ataque en esta guerra donde somos el blanco a ser conquistado y el campo de batalla (Juan 16:5-11).
Cuán maravilloso será poder oír al final de la mayor batalla que ha sido librada: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:13).
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor (Elena White, El conflicto de los siglos, p. 737, 738).
PREGUNTAS
• ¿Todas las familias son alcanzadas por el drama del Gran Conflicto? ¿Por qué?
• Según el libro El hogar cristiano, ¿cuál es el valor que tiene una familia bien ordenada?
• En esta guerra cósmica, ¿qué podemos hacer para que nuestra familia salga victoriosa?
La familia y el Gran Conflicto
Por Alacy Barbosa