En medio de la agitación de la salida, buscó una for- ma de estar a solas con él. Su apariencia era la más ade- cuada para una reunión de sábado. Su fama en la iglesia era de las mejores. No había nada que reprobara su con- ducta; pero aquel sábado apenas se aproximó y conversó con su amigo.
“No aguanto más. No sé qué hacer. No tenemos pro- blemas financieros ni de trabajo. Estamos bien con los ni- ños y con los vecinos. Nuestra salud es buena, pero hace más de cuatro meses que no tengo intimidad con mi espo- sa. Ella presenta mil y una excusas para rechazarme”.
La vida del matrimonio puede transformarse en un desafío en algunos momentos de la relación. Una de las preguntas que se debe hacer en estos casos no es tanto: “¿Por qué imagina que esto está ocurriendo?”, sino “¿Des- de cuándo ocurre?”; con la intención de poder ayudar a la persona a identificar los momentos que desencadenaron la situación y poder hacer las debidas correcciones.
La vida sexual forma parte de las ocho áreas que podemos identificar para el crecimiento familiar. Son: apoyo espiritual, administración de las finanzas, roles conyugales, paternidad, diálogo saludable, sexualidad en el matrimonio, familia de origen y administración de crisis. Esto no significa que una sea más o menos determinante que otra, sino que todas provocan algún impacto
entre sí. Están separadas solamente a los fines pedagó- gicos, pero en la práctica todas forman el mismo sistema que ayuda en la relación del matrimonio.
Ocho áreas observadas desde el Edén
Son ocho áreas que podemos destacar: Apoyo espiritual (Gén. 2:24); administración de las finanzas (1:29); roles con- yugales (1:28; 2:8, 15); paternidad (1:28); diálogo saludable (1:26); sexualidad en el matrimonio (1:27, 28; 2:23); familia de origen (2:24); y administración de crisis (2:24, 3:21).
A lo largo de los siglos, las prácticas relacionadas con el sexo destruyeron la relación de Dios con su pueblo; sin embargo, él no dejó a sus hijos sin orientación en este sen- tido (Éxo. 20:14; Job 31:1; Prov. 6:27-29; Mat. 5:2; Hech. 15:20; Rom. 13:13; 1 Cor. 6:9, 10; Gál. 5:19).
A estos consejos se le pueden sumar los comentarios y las reprensiones realizados por la escritora Elena de White a algunos matrimonios:
“Muchos profesos cristianos que he conocido parecen destituidos del control moral. Poseían una naturaleza más animal que divina. En realidad, poseían una naturaleza casi totalmente animal. Hombres de este tipo degradan a sus esposas, a quienes prometieron alimentar y cuidar. La es- posa se transforma en un instrumento para la gratificación de las pasiones bajas y lujuriosas. Y muchas mujeres se so- meten y llegan a ser esclavas de las pasiones concupiscen- tes; no mantienen sus cuerpos en santificación y honor. La esposa deja de retener la dignidad y el respeto propio que poseía antes de casarse” (Testimonios acerca de la conducta se- xual, adulterio y divorcio, p. 127).
Vida sexual equilibrada
Entendiendo que desde la Creación se dieron consejos sobre la vida sexual en la Biblia, y en los tiempos modernos fueron reforzados por los escritos en los libros del Espíritu de Profecía, concluimos que este aspecto del ser humano es relevante en su proceso de desarrollo natural y normal en este mundo. Sin embargo, son los límites los que en defini- tiva desarrollan la convivencia agradable en cada uno de los ocho aspectos de las relaciones familiares, y en especial, en el aspecto sexual.
Somos seres con un aspecto biológico, y el desarrollo armonioso de los otros aspectos impacta la vida sexual (perteneciente al biológico). La vida sexual saludable ocu- rre cuando la mente disfruta amor, placer, paz, paciencia, cortesía, bondad, fe, mansedumbre y temperancia; cuando hay buenas relaciones interpersonales con la familia, los amigos y los vecinos; cuando se tiene un hogar, una casa arreglada, limpia, adecuada; cuando se disfruta de una ver- daderacomuniónconDios.
Frente a esto, debemos agregar que al contemplar el aspecto sexual, para disfrutar de una buena experiencia en este aspecto, debemos resolver no meramente las alteraciones o los conflictos que desencadenan cualquier desorden sexual, sino también debemos aprender a estar en paz con Dios, a desarrollar un estilo de vida cada vez más cercano al Creador y a buscar el bien del cónyuge, con el equilibrio ofrecido por pensar en la dignidad y la salud del ser amado.
El aspecto sexual no es pecaminoso, así como el biológi- co, el psicológico, el social, el ecológico y el espiritual tam- poco lo son. Sin embargo, es parte del todo y, como con todo nuestro ser, debemos amar a Dios y cuidar de las ocho áreas de la vida conyugal.
Es importante recordar que la sexualidad es una parte tan importante como el diálogo o como la resolución de las crisis, o cualquiera de las otras áreas para un matrimonio, ya que con las desavenencias, las carencias afectivas o las crisis no solucionadas, la pareja tendrá menos deseo de te- ner satisfacción con la sexualidad saludable.
La sexualidad es parte constitutiva del ser humano y fue ofrecida por el Señor para que se desarrolle en el marco conyugal, y no fuera ni antes de ese marco. Tampoco debe ser llevada al exceso de humillar a alguno de los cónyuges. La práctica de la sexualidad conyugal debidamente desa- rrollada ofrecerá felicidad y realización a la pareja.
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