La tentación es un término que nos resulta familiar sobre todo a nosotros los creyentes. Conocemos la tentación más por las caídas que nos produce que por saber qué es, cómo funciona o qué pretende. Por este motivo, me gustaría hacer una breve radiografía por ser la causa de muchas de nuestras frustraciones.
Hay dos “a priori” que nadie puede negar:
1) Cuando un creyente lucha contra el enemigo, a pesar de hacerlo con todas sus fuerzas, siempre pierde.
2) Cuando un creyente depende de Dios, el enemigo siempre huye, obteniendo la victoria sin saberlo.
Esto nos muestra dos realidades; una dura: el enemigo es más fuerte que nosotros. La otra alentadora: cuando dependemos de Dios vencemos porque el enemigo no es capaz de luchar contra Dios. Y ante estas dos realidades una pregunta ¿por qué perdemos tantas veces? La respuesta es clara, no hemos entendido correctamente en qué consiste nuestra victoria. Piensa por un momento en lo siguiente: ¿la tentación es una prohibición de Dios o es un peligro a evitar?
EL ENEMIGO
Lo primero a considerar es ¿por qué el enemigo es más poderoso que nosotros? Su fuerza tiene tres bases: la primera es que nosotros somos débiles, la segunda es que es sagaz y la tercera, que es astuto. Clarifiquemos estos tres términos.
1. Nuestra debilidad. Uno de los efectos que produjo el pecado en la raza humana fue mermar de forma significativa sus capacidades. Cuando Dios creó al hombre era perfecto (a su imagen). Es decir, que causaba admiración por la cantidad de cualidades que Dios puso en él. Tenía la capacidad, no sólo, de señorear sobre el planeta sino sobre sí mismo. ¡Gran virtud ésta! Como consecuencia era dócil y obediente a los planteamientos divinos y eso le convertía en alguien fuerte y poderoso. El pecado le robó ese dominio sobre sí mismo transformando al ser humano en alguien débil y falible, y así nos hemos quedado hasta hoy.
2. La sagacidad. Es la capacidad de ver más allá de lo evidente. Consiste en ver no sólo lo que está cerca, sino lo que está lejos o muy lejos. Esta visión nos hace ser pacientes, reaccionando no frente a las situaciones presentes, sino de acuerdo a lo que está más allá del hoy y del ahora.
3. La astucia. Es la capacidad de actuar de acuerdo a un plan pre establecido que normalmente es malo. Es decir yo puedo hacer algo bueno con el fin de conseguir otra cosa que no es buena. La astucia es una característica muy propia de Satanás.
Considerando lo que acabo de decir, ¡qué fácil es entender porqué fracasamos frente al enemigo! Nos cuesta entender que nuestra victoria solo se produce cuando ocupamos nuestro tiempo con Dios. En pocas palabras, el enemigo, a través de artimañas, siempre nos lleva a su terreno donde descubrimos una y otra vez nuestra derrota.
LOS DETALLES.
Un análisis detenido de la tentación nos va a permitir descubrir cosas muy interesantes. Por ejemplo, los momentos. Hay dos cosas a las que Satanás da mucha importancia: el momento y el diálogo que acompaña a la tentación. Ambas cosas son fundamentales para conseguir sus propósitos. Nosotros no elegimos ni lo uno ni lo otro sino él.
- El momento ideal está formado por dos elementos: soledad y necesidad. Cuando estamos ocupados o acompañados no funciona la tentación. Pero cuando estamos solos… sí. Y si a la soledad se le añade alguna necesidad, entonces el terreno es óptimo para que la tentación tenga éxito.
- El diálogo: Cuando Satanás ve el terreno adecuado, se inicia la tentación. Aparentemente se ve como un diálogo con uno mismo pero no es así. El enemigo se acerca a nosotros y establece su diálogo con nosotros. Si te fijas bien en esa conversación te vas a encontrar con dos semillas poderosas: la duda y la desconfianza. Satanás sabe que introduciendo estas dos semillas en la mente se genera el espíritu adecuado para caer en sus redes. ¿Sabes cómo se llama a esto? ¡Manipulación! ¡Sí! Satanás consigue sus fines manipulando nuestra mente y forzándonos así a hacer lo que no queremos.
Otro aspecto que me gustaría considerar contigo es ¿qué pretende Satanás al tentarnos? Ten presente que la tentación no es neutra, Satanás no busca simplemente hacernos daño, no, como dice el texto, lo que busca es destruirnos. ¿En qué consiste esa destrucción? tiene que ver con nuestra perdición; por este motivo me gustaría considerar lo que he llamado “las tres dianas”.
“LAS TRES DIANAS”.
¿De qué se trata? Se trata de darnos cuenta de cuáles son los objetivos que Satanás persigue cuando nos tienta. Hay por así decirlo tres dianas donde van dirigidas las tentaciones del enemigo. La primera somos nosotros, la segunda nuestra visión de Dios y la tercera nuestra relación con los demás. El enemigo sabe que distorsionando estas tres cosas nos encontraremos perdidos en el desierto de este mundo.
Vamos a recordar… Cuando el hombre fue expulsado del Edén entró en un mundo muy diferente al que Dios había hecho en un principio. A partir de ese momento el hombre tenía tres desafíos importantes que debía gestionar:
1. ¿Cómo suplir sus necesidades?
2. ¿Cómo relacionarse con Dios? y
3. ¿Cómo convivir con los demás?
Como podrás imaginar el ser humano se enfrentaba a tres desafíos importantes que necesitaba gestionar adecuadamente ya que su felicidad y su retorno al “Hogar” dependía de ello. El consejo que Dios dio a la primera pareja se encuentra en la Escritura: para el primer punto Dios proponía el control; para el segundo, la dependencia y para el tercero, la sencillez. Si el hombre tenía en cuenta las tres cosas conseguiría pasar por este mundo con éxito recibiendo, como resultado, la eternidad.
El plan de Satanás es cambiar la estrategia de Dios y para ello se sirve de la tentación. Si consideras cómo tentó el enemigo a Jesús en el desierto verás las tres dianas bien dibujadas:
1. La primera tentación es un claro ataque al control o al dominio propio. La tentación es una invitación a suplir las necesidades por los medios que uno tiene sin deparar en si son adecuados o no. Así actúa el enemigo con nosotros, cuando tengas una necesidad verás que el enemigo hablará contigo en la misma dirección que hizo con Jesús. Satanás te dirá, no es justo que tú pases necesidades, así que si haces…, no harás nada malo. ¿Resultado? Con frecuencia nos dejamos llevar.
2. La segunda tentación es un claro ataque contra la dependencia. Lo que el enemigo propone es que nosotros no dependamos de Dios sino que obliguemos a Dios a hacer lo que nosotros queremos. ¡Qué fácil es cambiar la fe que Dios nos propone por una fe humana que no va a ninguna parte! ¡Cómo nos gusta que Dios haga lo que nosotros le pedimos y nos olvidamos que el propósito de Dios no es éste! Dios desea que el creyente sea dócil en sus manos con el fin de que éste pueda descubrir y cumplir sus planes.
3. La tercera tentación es un claro ataque contra la sencillez. Jesús nos invitó a entrar por la puerta estrecha y a caminar por el camino estrecho, pero Satanás nos invita a entrar por la puerta ancha y a caminar por los caminos cómodos. ¡Qué atrayente proposición la del enemigo y cuánto éxito tiene!
Así pues la tentación tiene tres propósitos: el descontrol, la no dependencia de Dios y el deseo de vivir una vida fácil y cómoda. De esta forma consigue su propósito: destruirnos (infelices hoy y perdidos mañana).
CONCLUSIÓN.
Me gustaría terminar con dos recomendaciones:
1. Desarrollemos dentro de nosotros algo fundamental que se llama confianza. Sin la confianza en Dios nada funciona, con ella contrarrestamos las dos semillas de la tentación que son: la duda y la desconfianza.
2. Recuperemos el plan divino. Recuerda: control, dependencia y sencillez.
Que Dios nos ayude a todos a pasar por esta vida con éxito de forma que cuando venga Jesús podamos entrar en la eternidad. Amén.