En los últimos años, todo el mundo comenzó a hablar sobre el medio ambiente y la “ecología”, palabra creada en 1869 por el científico alemán Ernst Haeckel. Hoy encontramos el tema en las tapas de las revistas, las noticias de la televisión, los eventos artísticos, libros, películas, etc.
Pero, el interés por el asunto no tiene que ver solamente con un nuevo nivel de concienciación. El problema es que el planeta comenzó a presentar innumerables problemas, como respuesta a las agresiones que viene recibiendo. Si algunos creían que los medios de información estaban haciendo sensacionalismo, fenómenos tales como el calentamiento global no dejan dudas de que algo serio está sucediendo.
Sin apelar al discurso del caos, debemos prestar atención a las señales de alerta de que no todo está bien. Entre esas señales están el efecto invernadero, el calentamiento global, la lluvia ácida, el derretimiento de los hielos, la crisis del agua, la reacción de la naturaleza, la destrucción de la biodiversidad, el consumo desequilibrado, la contaminación del aire y el aumento de los desiertos.
¿Qué ha hecho usted ante esta situación? Hay un avance en lo que se refiere a documentación y acción global; ya que los problemas globales exigen soluciones globales. Los países y las empresas están siendo más responsables en lo que tiene que ver con el medio ambiente. Pero, cada uno puede dar su contribución. El hecho de que usted no pueda hacerlo todo no significa que no deba hacer nada.
Como buenos ciudadanos, debemos preservar el planeta para las nuevas generaciones. Y, como cristianos, somos llamados a promover el principio del cosmos y no del caos, de la protección y no de la destrucción, del cuidado y no de la devastación. A final de cuentas, quien destruye la creación de Dios está a contramano de la acción divina. Por eso, como dice el Apóstol Juan en Apocalipsis 11:18, está llegando el tiempo en que Dios destruirá “a los que destruyen la tierra”. Si usted quiere seguir viviendo en el planeta del futuro, tiene que aprender a preservarlo desde ahora.
La buena noticia es que, además de nuestras iniciativas “verdes”, podemos contar con una ayuda esencial. En un libro reciente, los ambientalistas Ted Nordhaus y Michelle Shellenberger sugieren que la salvación del planeta está en la tecnología. En parte tienen razón; pero la gran esperanza viene de otra fuente.
La Biblia presenta el sueño de un nuevo mundo con aire puro, agua vivificante e inagotable, naturaleza exuberante, ambiente perfecto. La tierra será recreada de nuevo. Pero, quien va a hacer eso es Dios, y no el ser humano. Dios es la verdadera esperanza para la crisis del planeta.
En el Génesis, el primer libro de la Biblia, notamos el concepto de un jardín preparado para ofrecer una calidad de vida excepcional. Todo el ambiente contribuía para el bienestar. Con sus capacidades sensoriales, Adán y Eva debían apreciar las delicias del paraíso y vivir para siempre. Las cosas se arruinaron, como sabemos. Pero, en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, vemos nuevamente la promesa de un ambiente perfecto, con libre acceso a la fuente de la vida.
Hay varias maneras de leer el Apocalipsis. Una de ellas es a través de la visión ecológica. En el libro, se presentan dos sistemas por medio del simbolismo de dos ciudades: Babilonia y la Nueva Jerusalén. Una ciudad es explotadora, opresiva e injusta; la otra es pacífica, libertadora y justa.
En Apocalipsis 21 y 22, se retrata a la Nueva Jerusalén como una capital gloriosa, donde las categorías originadas por el pecado jamás entrarán. No hay explotación humana ni destrucción del ecosistema. El paisaje urbano, enriquecido por una arquitectura espléndida, es embellecido por una naturaleza exuberante, que incluye el árbol de la vida. Lo esencial para la vida se ofrece allí gratis. La ciudad eterna promueve la reconciliación, la justicia y la sanidad.
Ese mundo increíble es para usted, que forma parte del sueño de Dios.
Marcos De Benedicto