“Más como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:37).
Algunos dicen que la historia se repite. Cuando se señala esta máxima, nadie supone que los eventos literales se vuelven a repetir. Más bien, se entiende que los diferentes fenómenos, movimientos y ambiciones que moldearon el pasado siguen actuando en el presente. Esto llevó al hombre más sabio del mundo a declarar: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Ecl. 1:9).
• Una mirada al mundo de hoy. Si lo anterior es cierto, muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor no debieran sorprendernos. Hace tiempo que el mundo nos presenta un cuadro en donde lo bueno y lo malo coexisten; en donde buenas rachas son seguidas por malas o, simplemente, hemos llegado a aceptar que no podemos controlar ni limitar las cosas que nos acontecen. ¿Pesimista? No, más bien, realista… pero capaces de confiar en que hay un futuro mejor. Muchos líderes sociales y religiosos han prometido un futuro mejor, sin embargo, así como han llegado se han ido. Dios, en cambio, nos señala que pronto ese mundo mejor será una realidad. Ya no tendremos que esperar que, en la alternancia entre el bien y el mal, nos vaya bien. Llegará pronto un momento en que el mal ya no existirá. ¿Cuánto falta para eso? ¿Será posible, así como está el mundo?
• Mateo 24: un mapa del futuro. Es muy probable que, al mirar el mundo cómo está, nos preguntemos hacia dónde se dirige todo. Jesús conocía que esta inquietud ya estaba en el corazón de sus discípulos, hace ya dos mil años. La
respuesta más completa de Jesús al respecto se halla en Mateo 24. A grandes rasgos, este capítulo puede ser abordado en dos dimensiones (pasada y futura), en donde cada una de ellas se concentra en dos aspectos (señales de los tiempos y actitudes de quienes esperan).
Al referirnos a la dimensión pasada, apunta a lo que sucedería con Jerusalén y su eventual destrucción a manos de los romanos en el año 70 DC. En su dimensión futura, apunta hacia el inminente retorno de Jesús y el fin de este
mundo convulsionado. En cuanto a las señales como uno de sus aspectos, nos referimos a que, tanto en el pasado como en el futuro, ciertos eventos presagiarían la proximidad del desenlace. Estos eventos no dejarían a nadie indiferente. Veamos algunas de estas señales:
a. “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mat. 24:6-8). Antes de la destrucción de Jerusalén se vivió un periodo de mucha inestabilidad, como ejemplo: hubo guerras constantes en el este del imperio romano, pestes y hambres (Hech. 11:28), terremotos (Hech. 16:26) y falsos cristos (Hech. 5:36, 37; 21:38). Un escenario similar se repetirá al final de la historia de este mundo.
El aspecto que aborda las actitudes, vemos que este pasaje también anticipa cómo será la reacción de varios ante estos acontecimientos: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. […] Porque
como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no
entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:12, 38-39).
• Noé: un hombre que vivió antes del fin de su civilización. Es significativo que, al entregar una respuesta tan contundente, Jesús haya elegido solo un personaje de la historia bíblica con el cual nos podemos identificar. Entre todas las señales, eventos, actitudes y reacciones, sólo él aparece como un referente para nosotros: el patriarca Noé. A través de su experiencia podemos hallar respuesta a una de las interrogantes más sensibles en medio de todo lo que ocurre en el mundo: ¿Cómo hago para vivir en un mundo así? ¿Qué hago para no temer mientras espero la venida de Jesús?
a. Ser justo y perfecto: ¿No es mucho pedir? De Noé se nos dice que era “varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Gén. 6:9). En medio de una sociedad dominada por el mal (Gén. 6:9), “Matusalén, Noé y
muchos más, trabajaron para conservar el conocimiento del verdadero Dios y para detener la ola del mal” (Patriarcas y profetas, p. 71). No debemos entender que Noé no pecaba o que jamás cometió un error; más bien, su perseverancia en conocer mejor a Dios fue lo que lo definió como justo y perfecto. Su vida piadosa nos anima a perseverar en medio de tiempos decadentes.
b. Actuar en base a nuestras convicciones: justo, perfecto, perseveró en buscar a Dios. Muchos podrían decir que hacen lo mismo porque no le hacen mal a nadie y creen en Dios. Sin embargo, Noé no se conformó con vivir una fe
pasiva. El apóstol Pablo señaló: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase” (Heb. 11:7). Nadie había visto llover, embarcaciones de esa magnitud jamás habían sido necesarias y, además, la tierra jamás había sufrido una catástrofe natural. Sin embargo, Noé decidió actuar en obediencia al mandato divino. “Mientras Noé daba al mundo su mensaje de amonestación, sus obras demostraban su sinceridad” (Patriarcas y profetas, p. 72). Al no permanecer pasivo ante las circunstancias reveló que su fe en Dios era sincera.
c. Reconocer las evidencias entregadas por Dios: Cuando el arca estuvo terminada ocurrió un hecho que podría haber bastado para que cualquier persona sincera se hubiera convencido de que las palabras de Dios respecto al diluvio eran verdaderas. Una semana antes de que cayeran las aguas (Gén. 7:4, 10) Dios ordenó a Noé que entrara al arca. Sin embargo, no entró sólo con su familia. Siete parejas de animales limpios y una de los impuros entraron ordenadamente de dos en dos al arca (Gén. 7:8, 9). ¡Qué espectáculo! Estaba claro que Dios estaba interesado en preservar a todo ser en el que hubiese “espíritu de vida” (vers. 15). Cuando todos entraron, solo entonces Jehová “cerró la puerta” (vers. 16).
• Una demora fatal. ¿Por qué nadie más entró? Los que estaban dispuestos a creer, pero, tal vez, querían estar más seguros, ¿no les bastó esta evidencia del poder de Dios? “Los animales obedecían la palabra de Dios, mientras que los hombres la desobedecían. Dirigidos por santos ángeles, ‘de dos en dos entraron con Noé en el arca’, y los animales limpios de ‘siete en siete’. El mundo miraba maravillado, algunos hasta con temor. Llamaron a los filósofos para que explicaran aquel singular suceso, pero fue en vano. Era un misterio que no podían comprender. Pero los corazones de los hombres se habían endurecido tanto, al rechazar obstinadamente la luz, que aún esta escena no les produjo más que una impresión pasajera” (Patriarcas y profetas, p. 75). Para Noé, esta fue una evidencia que vino a confirmar la fe sobre la cual ya venía actuando hasta esa hora. Las señales del fin deben fortalecer nuestra fe de la misma manera.
• Caminar con Dios: una decisión de salvación. “Con Dios caminó Noé” (Gén 6:9). Mientras caminó, Noé halló gracia ante los ojos de Dios y, en medio de las aguas turbulentas, Dios se acordó de él (Gén 8:1). La Biblia nos señala que, para Noé, caminar con Dios significó ser conocido por Dios y alcanzado por su gracia. Y, ¿acaso puede ser de otra manera? Mientras más conocemos cómo Dios nos ve, más nos damos cuenta que necesitamos de su gracia; una gracia que él está dispuesto a manifestarnos. Aunque Noé era justo y recto, lo que definió su caminar fue la gracia de Dios, no su integridad. Su justicia le dio fortaleza a sus pisadas, pero el camino lo marcó la gracia de Dios. Lo mismo debe ser cierto en nuestra experiencia mientras aguardamos el pronto regreso de Jesús.
Tal como en los días de Noé, nuestro mundo vive en desorden y en desenfreno. Sin embargo, como en esos días, puede haber hombres y mujeres como Noé. Debemos aprender a caminar con Dios mientras estamos atentos a las señales que
él ha dejado. Cada señal es un llamado a seguir cultivando una fe obediente y sincera. Esa es la única fe que, al igual que Noé, nos hará herederos “de la justicia que viene por la fe” (Heb. 11:7).
Deja que la gracia de Dios te alcance. Su gracia es un refugio, tal como lo fue el arca en tiempos de Noé. La gracia y la justicia de Dios te permitirán estar en pie, aunque el mundo se desmorone a tu alrededor.En los días de Noé solo hubo dos grupos: aquellos que obedecieron fielmente la voluntad salvadora de Dios de preparar un arca y entrar en ella y aquellos que cuestionaron, dudaron y finalmente se burlaron de Dios. Tú conoces el fin de la historia, quienes se salvaron y quienes murieron faltamente. ¿Quieres caminar con Dios?, ¿deseas considerar el plan maravilloso que Él tiene para tu vida y para aquellos que aman? ¿Deseas vivir una experiencia de fe y victoria poniendo tu vida y confianza en la Palabra de Dios?