Ana y Marcos se casaron después de algunos años de salir juntos y ser novios. En el día del casamiento ellos hicieron un pacto: “Nuestra familia será perfecta”. Durante el segundo año de matrimonio, Ana y Marcos tuvieron un bebé. Sin embargo, enseguida después del nacimiento del primer hijo, Marcos perdió su empleo y la situación financiera quedó muy complicada. Además de esto, la salud del niño era muy frágil. Aquel momento difícil terminó complicando la relación de la pareja, que comenzó a tener discusiones con mucha frecuencia. En una de ellas, Ana se preguntó en voz alta: “¿Dónde está la familia perfecta que habíamos dicho que íbamos a tener?”
La pareja decidió buscar ayuda y encontraron a un consejero cristiano que los ayudó a entender algunos puntos importantes. Ellos entendieron que el pacto que habían realizado durante el día de su casamiento era inalcanzable. En un mundo imperfecto, no podrán existir familias perfectas. Ellos también entendieron que las altas expectativas que ellos se habían establecido para sus vidas terminaron generando grandes frustraciones. Siendo así, ellos necesitaban proyectar expectativas más reales.
Con el tiempo, Ana y Marcos entendieron que, en lugar de buscar formar una familia perfecta, debían intentar construir una familia saludable y tener expectativas reales para sus vidas. Actuando de esa manera, cuando algún problema llegara, no habría frustraciones tan grandes que sacudieran la felicidad del hogar.
Así como Ana y Marcos, muchas familias han construido pensamientos irreales sobre lo que podrán llegar a ser. Aquellos que buscan la perfección familiar se frustrarán rápidamente. Lo que debemos buscar es tener una familia saludable, y eso pasa por la construcción de una mentalidad correcta al respecto de lo que es la familia y de lo que se puede esperar de las relaciones familiares.
La mente como punto de partida
Existen muchos aspectos importantes en la construcción de la mentalidad humana. Uno de ellos son los hábitos que las personas desarrollan. La mayoría de las cosas que hacemos a lo largo de nuestro día están guiadas por los hábitos que formamos. Charles Duhigg cita, en su libro sobre el poder de los hábitos, un artículo publicado por un investigador de la Duke University, en 2006. En ese artículo, el autor afirma haber descubierto que más del 40 % de las acciones que las personas realizan todos los días, en realidad, no eran decisiones, sino que eran hábitos (Charles Duhigg, El poder de los hábitos [Brasil: Ed. Objetiva, 2012]).
Los hábitos, dicen los científicos, surgen porque el cerebro está todo el tiempo buscando maneras de ahorrar esfuerzo (ibíd, p.35). Lo que intenta es crear una rutina que le permita gastar menos energía a la hora de trabajar. Por eso es tan importante desarrollar hábitos espirituales. Cuando estos forman parte de nuestra rutina, es mucho más fácil realizarlos. Tenemos que tener la conciencia de saber que la “verdadera felicidad será el resultado de todas las negaciones y todas las crucifixiones del yo. Una vez que se ha obtenido una victoria, la siguiente es más fácil de conseguir” (Elena de White, Testimonios para la iglesia [Miami: APIA, 2008], t. 4, p. 399). Es necesario que dentro de las familias que quieren ser saludables se formen y fomenten buenos hábitos físicos, mentales y espirituales. Esto está profundamente relacionado con la formación del modelo mental, que contribuye con las relaciones saludables.
El modelo familiar divino
Solo el Creador de la familia podría presentar el modelo ideal a partir del cual guiar a nuestras familias. Por eso, necesitamos mirar hacia la creación de la familia en el Edén.
Todo lo que Dios creó era perfecto. Ni una sombra de mal había en toda la Tierra en aquel momento. Vamos a observar el fragmento de la Biblia que describe los momentos finales de la semana literal de la Creación, enfocándonos en la creación del primer núcleo familiar.
“Luego Dios el Señor dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gén. 2:18). Aunque todo fuera perfecto, todavía faltaba algo para que la creación quedara completa. La expresión “no es bueno” era una referencia al hecho que todavía faltaba algo; había una cosa que “no era buena” en la perfección de la creación: el hombre estaba solo.
Adán estaba en compañía de todos los animales, de los propios ángeles y podría estar en la presencia de Dios, cara a cara. Pero a pesar de todo eso, todavía sentía la falta de algo. La compañía de Dios y de los ángeles no era suficiente para Adán. “El hombre no fue creado para que viviese en soledad; debía ser una persona sociable. Sin compañía, las bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén no hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la comunión con los ángeles no hubiese podido satisfacer su deseo de simpatía y compañía. No existía nadie de la misma naturaleza a quien amar y de quien ser amado” (Elena de White, Patriarcas y profetas [Buenos Aires: ACES, 2015] , p.26).
También llama la atención el hecho de que, aunque Dios supiera que el hombre sentiría la falta de la mujer, dejó que Adán experimentara ese sentimiento de necesidad primero, para solamente después crear a Eva. Esa fue la estrategia divina (ver Gén. 2:19, 20).
“Entonces Dios el Señor hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y, mientras este dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará ‘mujer’ porque del hombre fue sacada” (Gén. 2:21-23).
Así estaba formada la primera familia de la Tierra, a partir de la cual todas las otras serían formadas y hacia la cual todas las otras deberían mirar. La descripción de la familia edénica debe estar en la mente de todos aquellos que buscan tener una familia saludable en nuestros días. En el Edén, Dios estableció las bases sobre las cuales nuestras familias serían felices. Es fundamental también reforzar la siguiente idea: la felicidad está íntimamente relacionada con las elecciones que hacemos.
Familia saludable
En un mundo dominado por el pecado, la única manera de mantenerse saludable es estando en constante contacto con el médico del alma: el Señor Jesús. Él mismo se presentó así cuando dijo: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos” (Mat. 9:12). Las familias que están enfermas pueden y deben aproximarse a Cristo para recibir curación.
En este momento de la historia no podemos alcanzar el ideal de la familia perfecta, creada en el Edén. La imperfección, impuesta por el pecado, impide que lleguemos a la perfección del origen. Sin embargo, eso no significa que nos tengamos que conformar con familias infelices. Si bien es cierto que no existen las familias perfectas, las familias reales y felices ¡sí pueden existir!
La familia real que es feliz tiene sus problemas, enfrenta desafíos, pero nunca se desvincula de la fuente de la verdadera felicidad: Jesucristo. Tener conciencia de que los problemas llegarán y de que la familia será imperfecta genera expectativas reales y evita frustraciones grandes que pueden afectar la salud de la familia.
Es aquí que el asunto de la formación de los hábitos y la salud del núcleo familiar se tocan. Una familia solamente será realmente saludable si el hábito de la búsqueda diaria del Señor Jesucristo es una realidad en su día a día. No existe posibilidad de una mentalidad saludable en el ambiente familiar si la base filosófica de esta mentalidad no está en Dios y en su Palabra.
Consejos prácticos
A esta altura de la lectura, ya debe haber quedado clara la importancia de la mente para la construcción de un ambiente familiar saludable. Jesús también habló sobre esto cuando dijo: “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre” (Mat. 15:18). La palabra corazón en este contexto es una referencia a la mente humana. Cristo, siendo el Creador, sabía cómo los pensamientos moldean la existencia de los seres creados.
Por ese motivo, presentamos a continuación algunos consejos prácticos. Estos servirán para la formación de un pensamiento que ayude a la salud de toda la familia.
Estudien constantemente la Biblia. En la Palabra de Dios encontraremos la verdadera fuente de la sabiduría. A partir de ella, construiremos pensamientos saludables que nos ayudarán en el día a día familiar. Pensamientos saludables necesitan sustituir a los pensamientos enfermizos.
Formen hábitos personales de comunión. Además del estudio de la Biblia y de la oración en los cultos familiares, es importante que cada miembro de la familia tenga momentos de comunión personal.
Dialoguen. Conversen mucho, sobre todos los temas. Eso será un elemento definitivo para la formación de la mentalidad que será sustento saludable para una familia. Es en la conversación franca y amorosa que la mente será formada.
Elogien. Hablen bien de su cónyuge y de sus hijos siempre que sea posible. Somos muy rápidos para hablar mal y para mostrar defectos; pero demasiado lentos para hablar bien, para bendecir y mostrar virtudes. Hagamos lo contrario.
Llenen sus mentes con la Palabra de Dios, de tal manera que su visión del mundo y de las personas siempre esté filtrada por la visión de Dios. De esta manera, conseguirán construir una familia que no será perfecta, pero que será saludable y feliz.