En cierta ocasión, Caroline Celico, quien fue esposa del ex jugador Kaká, dijo a la prensa que no le gusta decir que es evangélica, pero sí que es cristiana. No sé si ella conoce exactamente la diferencia entre el significado de una y otra palabra. Pero cuando leí esto, me acordé de una conferencia presentada hace algunos años atrás por el pastor y escritor George Knight, durante la cual él respondió a la pregunta: ¿Los adventistas son evangélicos? «No me preocupo si somos evangélicos. Lo que debemos, sí, es ser bíblicos.» Actualmente, el nombre «evangélico» está muy desgastado. En general, evoca la imagen de personas alienadas, fanáticas, adeptas de la teología de la prosperidad o de una religiosidad meramente emocional y divorciada de la realidad cultural que las rodea; religión que predica el reino de Dios aquí y ahora y la Parousia para el futuro lejano; la gracia barata de la que habló Bonhoeffer; la salvación sin cruz y sin juicio; el pueblo del «ser» de allá arriba y no del Dios Creador que, a pesar de ser Padre amoroso, también inspira reverencia y profundo respeto. Muchos evangélicos sinceros se han mostrado preocupados por el dogmatismo anti bíblico que contamina el vivir religioso de multitudes que dicen amar la Biblia cuando paradójicamente casi no la abren para leer y mucho menos la estudian.
Ser Cristiano
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Ser cristiano es amar la Palabra de Dios e incorporarla al día a día; es hacer de ella el estándar, la norma de fe y conducta; y para ello hay que conocerla profundamente. Pero hay algo más: Jesús es la Palabra de Dios hecha carne y hueso. Es el Verbo justamente por el hecho de ser el Ser de la Trinidad que vino al mundo a hablar del Dios de amor que ama tanto que dejó instrucciones claras en Su Palabra; las instrucciones que, si son vividas, nos dan paz, esperanza y vida en abundancia, incluso de este lado de la eternidad. La Biblia habla de Jesús; debemos leerla para encontrarlo. Jesús es una persona y con las personas nos relacionamos. El estudio bíblico sin relacionamiento con Jesús es un conocimiento vacío que no transforma. La relación sin el estudio bíblico es peligrosa, al final, ¿cómo saber con quién nos estamos relacionando?
Ser cristiano es amar y obedecer a Cristo; es seguir sus pasos, guardar sus mandamientos. Es predicar el evangelio y, si es necesario, como dijo Francisco de Asís, usar palabras. Ser cristiano adventista del séptimo día es amar tanto a Jesús que el solo sentido de extrañarlo aprieta el pecho y nos impulsa a predicar Su venida para abreviar ese encuentro, pero también por amar a las personas y querer ayudarlas a encontrar el sentido de la vida y la esperanza de las esperanzas. El sentido de la vida consiste en saber que soy criatura y Dios es Creador; que solo en el encuentro entre ambos el vacío es llenado, pues fue el Señor quien colocó en el corazón del ser humano el anhelo por la eternidad (Ec. 3:11).
Si ser evangélico es seguir y anunciar el mensaje del evangelio (y el evangelio es Jesús), yo soy. Si ser cristiano es amar a Jesús de todo corazón y hablar de Él como el primero y el último en mi vida, soy cristiano. Ser menos que eso sería fraude, anomalía, incoherencia.