De hecho, la esperanza se volvió objeto de estudio de la ciencia en las últimas décadas, con diversas investigaciones que muestran sus efectos positivos. La primera cosa que los investigadores afirman es que la esperanza es el resultado de decisiones y elecciones. Y una cosa es cierta: la esperanza tiene poder sobre la mente y el cuerpo.
El interés de psiquiatras, psicólogos y médicos en la esperanza se debe a su potencial de cura y realización. El investigador estadounidense Charles Snyder, autor del libro The Psychology of Hope [La psicología de la esperanza], lanzado en 1994, entiende la esperanza como una idea motivacional que posibilita a una persona para que crea en resultados positivos acerca de sus metas y Según él, la persona que tiene esperanza logra desarrollar estrategias de vida y de supervivencia de forma más eficaz, y reúne motivación para ponerlas en práctica.
En el área de la salud, las investigaciones han demostrado que el senti- miento de esperanza ejerce gran influencia en eliminar o reducir problemas físicos y psicológicos antes de que sucedan. Es decir, el sistema inmunológico y hormonal de la persona llena de esperanza es más eficaz. Las investigaciones de Snyder comprobaron que la esperanza ayuda al individuo a reaccionar positivamente en caso de enfermedades y lesiones. Esas personas son más fuertes en tolerar el dolor. El psicólogo comprobó que los portadores de esperanza tienen más capacidad o habilidad adaptativa para resolver sus problemas. La esperanza realmente tiene poder.
La emoción o el sentimiento de esperanza, por lo tanto, es capaz de promover no solo la salud mental, sino también física. Algunos psicólogos relacionan la depresión con la ausencia de esperanza, situación en que la persona no ve más solución para sí misma.
Pero, para muchos investigadores la esperanza es solamente una cuestión de “pensamiento positivo”; algo que nosotros mismos producimos. Eso ocurre cuando se ignora el origen y el mecanismo general de esa emoción. Desde finales de la década de 1990, él ha estudiado la esperanza científicamente, y ha demostrado su fuerte dimensión espiritual y religiosa. Scioli comprobó que la esperanza está ligada a virtudes como paciencia, gratitud, amor y fe. Y estas son virtudes originalmente bíblicas. El investigador afirma que la esperanza no establece vínculo solamente con el prójimo, sino sobre todo con un Ser superior, es decir, con Dios. Eso muestra que la verdadera esperanza es diferente del optimismo o el pensamiento positivo. La esperanza liga a la persona con un Dios personal que es fuente de poder.
En la Biblia, el apóstol Pablo destaca la esperanza como una de las tres virtudes principales del cristianismo, juntamente con la fe y el amor. “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor” (1 Corintios 13:13). Por medio de esa virtud, los cristianos desean y esperan en Dios una vida superior y eterna que será alcanzada en el Reino de la gloria. En cuanto enfrentan luchas y desafíos, los cristianos cuentan con las tres virtudes esenciales como una protección segura. San Pablo dice: “es- temos siempre en nuestro sano juicio, protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación” (1 Tesalonicenses 5:8; énfasis añadido).
La palabra “esperanza” existe en la mayoría de los idiomas, lo que sugiere que ninguna cultura puede vivir sin esperanza. En la Biblia, es usada más de cien veces, y lo que más llama la atención es que la esperanza bíblica no es meramente fruto del pensamiento positivo. No es algo que las personas tienen en sí mismas ni una fuerza especial que algunos reciben al nacer. La esperanza es algo que las personas desarrollan en su relación con Dios.
Tres cosas se destacan en la esperanza según la Biblia. Primero, las personas nas esperan la solución de sus problemas en Dios. Las personas trabajan y se esfuerzan, pero cuentan con el poder de Dios al enfrentar y superar los desafíos y los peligros de la vida. “Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:31). Además de eso, los personajes bíblicos consideran a Dios como su propia esperanza. Dios es la esperanza misma, en el sentido de que él es la fuente del poder deseado y esperado.
Un tercer aspecto importante de la esperanza es que lleva a las personas a tener confianza en relación con el futuro. Los hijos de Dios viven intensamente el presente, pero saben que la vida no se restringe a esta Tierra. Hay una realidad superior y eterna después de esta. El mismo Dios afirma: “Se vislumbra esperanza en tu futuro” (Jeremías 31:17). Las promesas de Dios son fuente de esperanza y certeza.
Por lo tanto, la expectativa de aquellos que tienen esperanza en Dios es tremendamente positiva. Por eso, ellos enfrentan los desafíos con optimismo y reúnen más fuerzas en todos los sentidos, según lo confirman las investigaciones mencionadas. La esperanza tiene poder.