Durante mucho tiempo, se hablaba y estudiaba poco acerca de la explotación sexual infantil. Fue recién a partir de la década de 1990 que, según Librório (2005), este tema comenzó a recibir más atención por parte de investigadores, ONG, periodistas y organizaciones de gobierno.
Hoy, existen diferentes campañas alrededor del mundo contra la llamada explotación sexual infantil. De acuerdo con ECPAT (2008) – una red mundial de organizaciones que trabajan juntas para la erradicación de la prostitución infantil, de la pornografía infantil y del tráfico de niños para fines sexuales – la explotación sexual comercial de niños consiste en prácticas criminales que rebajan y amenazan la integridad física y psicosocial de niños. Al convertirse en víctima de este tipo de crimen, el niño es tratado como objeto sexual y comercial, y la práctica del crimen equivale al trabajo forzado y a una forma contemporánea de esclavitud.
Las formas primarias de explotación sexual comercial de niños son la prostitución de niños, pornografía y tráfico de niños para fines sexuales. Otras formas incluyen el turismo sexual infantil y, en algunos casos, el casamiento infantil (ECPAT, 2008). Usted puede preguntarse acerca de lo que mantiene este tipo de crimen.
En el material producido por ECPAT, con el título “Preguntas y respuestas sobre la explotación sexual comercial de niños” la explicación es clara: “la explotación sexual comercial de niños existe porque existe una demanda para eso” (p. 5). Y para combatir este tipo de crimen no es suficiente tener castigos criminales. Es necesario “desafiar y condenar comportamientos, creencias y actitudes que apoyan y sustentan esta demanda” (p. 5).
Una condición socio económica precaria, un bajo nivel de escolaridad, conflictos familiares, violencia doméstica (negligencia, abandono, violencia física, sexual y psicológica), abandono del hogar, embarazo, conocimiento precario acerca de enfermedades de transmisión sexual, prevención y drogas – estos son algunos elementos comunes en la vida de adolescentes que son explotadas sexualmente, según verificó Librório (2005), al entrevistar 14 niñas en esta condición.
De acuerdo con la autora, la calidad de vida de estas adolescentes decaía a medida que se intensificaba su vínculo con la explotación sexual. Estudios como este revelan la complejidad de esta situación. No podemos tener una mirada simple sobre este tipo de violación de derechos. Existen cuestiones profundas, históricas, políticas, sociales, económicas y familiares involucradas.
Existe un consumidor enfermo, que mantiene viva la demanda, y una sociedad que guarda silencio y que muchas veces por esta omisión muchas veces se convierte en cómplice de este tipo de crimen.
Hoy, no vivimos más como en los años que antecedieron a la década de 1990. Tenemos información, tenemos campañas, y debemos tener acción.